martes, 21 de octubre de 2008

Cataclismo en el centro de la crisis

Había ejecutado las dos primeras de sus acciones diarias que llevaba a cabo nada más salir a la calle. La primera fue la de comprar el periódico y eso era algo que le ayudaba a integrarse en la vorágine matutina. Aunque él no era exactamente un economista, el rigor de ese diario financiero, y el simple peso del papel le decían cual era su lugar en el mundo. En Wall Street se compraba el Wall Street Journal y no bazofias como el USA Today.
La segunda fue la de arrejuntarse con la pequeña comunión de hombres con gabardina que se daban cita alrededor del puestecito de cafés. El sacerdote de la cafeina los despachaba y les deseaba los buenos días, previa transacción económica.

El viento frío y la fina lluvia que caía le hacía conocedor de todos los poros de su cara. Inevitablemente se acordó de sus vacaciones en California hacía a penas 3 meses. Los terremotos le fastidiaban pero daría algo por un poco de aquel cálido sol. De todos modos tenía un eficiente detector de terremotos. Su gato. Minutos antes de un seísmo salía por la ventana y saltaba sobre la rama mas baja del árbol del patio. Él haría lo mismo instantes después para asegurar su integridad y para echar un vistazo a los hermosos rosales que su anciana madre con tan buen gusto cuidaba.

De pronto le ocurrió algo revelador. Sintió como miles de almas con un rostro gigantesco le gritaran delante de su cara. No podía verlas pero podía oírlas chillar desde el silencio más audible, más audible incluso que los pitidos de los semáforos o el claxon de los coches de aquella hora del día.
No le quedó otro remedio que estirarse en el suelo. Sabía que todo había acabado.-!¿No lo veis?! Quietos, ¿adónde vais?. -pensó, pero no se molesto en articular ni una sola palabra.
No pasaron muchos segundos hasta que la primera alma benevolente quiso dar cuenta del estado de su situación.
-Señor, ¿le ocurre algo?
-No.
-Creo que se ha desmayado. Venga incorpórese le voy a ayudar a...
-¡No me toques! ¡Estás ciego!
Una pareja de policías también se interesaron por él con el mismo resultado. Al hombre del suelo no le importo hablar con la misma vehemencia al par de agentes.
-¡No me toquéis! dijo volviendo a la calma con la mirada fija en aquel frío gris del cielo.
Los transeúntes formaban ya un buen corrillo alrededor del hombre que decidió tumbarse de pronto en medio del meollo financiero de Nueva York cuando
una niña de apenas cinco años corría ajena a las voces de su madre. Su progenitora la requería a portarse bien volviendo a su lado pero la pequeña hizo caso omiso hasta llegar al centro de aquel improvisado pesebre. La mirada de la niña se encontró con la del hombre que pareció haberse vuelto loco aquella precisa mañana. En esos ojos revivió aquella cálida paz que sólo alcanzaba cuando miraba las flores del jardín de sus padres en verano. Entonces ocurrió. Un fuerte golpe que pareció venir de las entrañas de la tierra hizo que todos los transeúntes de la calle cayeran de bruces. Todos menos la niña que esperaba el envite aguantando la mirada al improvisado mesías de raya diplomática. Aquellos dos seres se hablaron con la mirada diciéndose todo lo que la humanidad no se ha dicho por pensar que aún quedaba un día más. El cielo se tornó rosa, luego rojo y luego todo se convirtió en cenizas.

3 comentarios:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Alex dijo...

Ets un PAFO xD

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